Cada vez que se pone en duda la continuidad de un entrenador en la Argentina, observamos las mismas posturas y los mismos comportamientos. Por un lado, aparecen los histéricos perseguidores de títulos (como si el único resultado positivo de un trabajo bien hecho fuera levantar un trofeo) exigiendo cambios de nombres porque “con el que está ya quedó demostrado que no ganamos”. Por el otro, están aquellos a quienes tildan de “idealistas”que eligen prestar atención a los modos y las formas y no solamente a los podios. Todo es respetable.

Sin embargo, yo elijo ponerme de un solo lado de esta discusión. Es como cuando escucho decir “yo prefiero el frío”. Claro, prefieren "que haga frío", no "tener frío". Nadie en su sano juicio preferiría pasar frío. Si el clima es de 10 grados bajo cero pero tenés la ropa suficiente para abrigarte, es muy fácil decir “prefiero el frío”. En este caso ocurre algo similar. Discutir si se prefiere ganar o jugar bien es absurdo. La pregunta correcta sería si se prefiere ganar o perder, jugar bien o jugar mal. Una tiene que ver con una inmensa dosis de azar y es absolutamente pasajera. La otra tiene que ver con una elección de vida. Lo realmente importante es cómo queremos ser, cómo queremos vivir. Y cuando pasa el tiempo, lo que va a dejar herencia es la conducta, no el resultado.

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En estos días se cumplieron 20 años de la Champions ganada por el Real Madrid con el golazo de volea de Zinedine Zidane. Su víctima fue el Bayer Leverkusen. Aquel equipo alemán terminó esa temporada 2001/2 subcampeón de Bundesliga, de Copa de Alemania y de Champions. Jugaba como los dioses. Daba gusto ver sus partidos. Diego Placente, Lucio, Zé Roberto, Ballack, Bastürk, Schneider, Berbatov, Neuville. Imposible olvidarse de ellos, no por lo que ganaron sino por cómo jugaban. Y el legado que dejaron en ese club tuvo que ver con sus formas, no con ninguna consagración.

Cuando alguien se sorprende de que Racing quiera extender el contrato de Fernando Gago sin importar cómo termine la fase de grupos en la Copa Sudamericana, seguramente ese alguien no mira los partidos sino simplemente la placa final que dice el resultado. Desde Diego Cocca para acá, Racing se sacó de encima la “urgencia” de obtener títulos y descubrió que su placer comenzaba en tener ganas de ver jugar a su equipo, sobre todo en el paso de Eduardo Coudet. Podríamos decir que Racing aprendió a ser feliz y a priorizar lo prioritario.

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Cuando dicen que en Boca la continuidad de Battaglia depende de cómo le vaya con Tigre o con Deportivo Cali, sólo espero que sea opinión y no información. Battaglia está buscando consistencia en el juego mientras lo apuntan con láser desde los cuatro costados. Salvo en la semifinal con Racing, parece sentirse a gusto con el modo empleado por sus jugadores para buscar la victoria. Aunque se le niegue, como frente a Corinthians. Pero cuando se conduce, es elemental tener claro cómo se quiere ser. Si sólo se buscan victorias, puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Y tener hambre es tan espantoso como tener frío.

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