Puede parecer paradójico, pero cuanto más cerca está el triunfo, más cerca está también la posibilidad de la derrota. Y ese cristal limpio y transparente con que se miran las victorias puede de repente volverse opaco y oscuro, turbio en la caída.
Sebastián Battaglia y Fernando Gago, dos símbolos del Boca ultraganador de la primera década del milenio, recorren hoy como técnicos un sendero distinto en algunos tramos y peligrosamente parecido en otros. Un partido separa a Boca de ser campeón local y otro de la clasificación a la verdadera Copa Libertadores, la que empieza en octavos. Un partido separa a Gago de avanzar también a los duelos individuales de la Copa Sudamericana. Esos mismos partidos son los que pueden cambiar los destinos de uno y otro.
Si Boca pierde el campeonato con Tigre y queda afuera de la Copa, a ningún hincha de Boca le va a importar demasiado la mejoría que se notó en el rendimiento. Efectivamente Battaglia parece cerca de consolidar una idea: se ven atisbos del Boca que pretende, hay un estilo que ya tiene marcados algunos trazos firmes. Pero si no consigue los objetivos, su continuidad a cargo del plantel volverá a ser cuestionada. Sin dudas y con razones perfectamente entendibles. Lo único que sostuvo hasta acá al DT de Boca fue el resultado. ¿Por qué habría que continuar con este proceso el día que tampoco lo acompañen los números? Sería una involución, más allá de las formas.
Si Boca es visto como Deportivo Ganar Siempre y no gana, no es Boca. La identidad de Boca, mucho más allá de cualquier modo, es ganar. Por eso la gente se fue tan feliz luego de la eliminación a Racing -aun cuando el equipo no había pateado al arco- y mostró la amargura el día de la mejor versión futbolística, contra Corinthians. ¿Hubo aplausos? Sí. Battaglia no necesitó meterse en el túnel a las apuradas, caminó con la cabeza en alto de frente a los plateístas. Pero reconocimiento no es igual a felicidad. Así como es falso decir que en Racing estaban felices después de la eliminación. El pasillo de las Inferiores es un mimo, una palmada en la espalda para el derrotado, se parece peligrosamente al pésame de los velorios.
Si Racing, luego de la eliminación contra Boca -doblemente dolorosa por el verdugo- llega a quedar afuera de una copa en la que tiene todo para avanzar (un empate de local le alcanza), habrá que replantearse algunas cosas. Por ejemplo, la extensión del contrato a Gago. Primero porque no es necesaria, y segundo porque vale la pena ver si fallar en las difíciles no se hace una indeseable costumbre. ¿Qué prueba tienen Blanco & Cía. de que perder en momentos clave no es también un signo de identidad de este Racing tan elogiado?
Cuando llegan las instancias decisivas, lo importante es ganar. Lo único. El recorrido cuenta, tiene su relevancia, es posible que determinadas formas acerquen más al éxito que otras, pero eso no deja de ser el camino. La meta es otra cosa. La meta es llegar. Y llegar primero. Ganar. Lo demás, a la cola.
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