Es muy difícil en cualquier deporte individual que haya una hegemonía de tres tipos durante 20 años en los cuatro Grand Slams como fue la de Rafael Nadal, Novak Djokovic y Roger Federer. La principal comparación podría ser con el golf, y en el mismo periodo nadie ganó más de cinco o seis grandes torneos. Estos pibes sumaron más de 60 entre los tres.
Ahora es Nadal, fue Federer y en algún momento será Djokovic. En ninguno de los tres casos yo me animaría a hablar de legado porque sería cruel para con quienes puedan pretender continuar con ese legado.
Es como si fuese Messi: puede dejar como legado el compromiso de jugar al fútbol hasta el último día de su vida, pero a eso hay que sumarle 20 años haciendo 60 goles por año, 30 asistencias por año, jugando 70 partidos por año... No es normal.
En el caso de Rafa, pensemos que un solo título en Roland Garros o Wimbledon te convierte en leyenda. Multipliquemos solamente Roland Garros por 14. Y a eso sumémosle que no solo es jugar 14 finales, sino haber jugado 14 veces y ganado 14 veces siete partidos en dos semanas, en especial para un tipo que siempre confesó estar lastimado cuando jugaba al tenis.
Hay cosas que pueden tomarse como referencia de la capacidad de superación de Nadal. Una de ellas, la búsqueda permanente de la de la perfección que le permitió ganarle a Federer una final en Wimbledon, el jardín de su casa, equivalente a si Roger le hubiera ganado a él en Roland Garros.
Estamos hablando, también, de alguien con serios problemas físicos para jugar en cemento que aún así ganó el US Open. Impacta la cantidad de tenis que ha jugado y en qué condiciones.
Respecto del equipo de Copa Davis, es toda una señal que se retire en ese contexto porque, aún no habiendo jugado tanto como hubiera podido, el tipo siempre que jugaba España lo primero que hacía era mostrar una foto suya, o en la tribuna o en el living de su casa, haciendo fuerza por el equipo.
Es algo muy muy triste por un lado, que da mucha nostalgia. Por otro, de mucha lógica: no tenemos que ser tan egoístas con nuestros íconos porque ellos sufren ciertas cosas. Probablemente empezó a sentir que ya no tenía la capacidad física para el tenis que quería jugar, que ya no marcaba una diferencia. Quizás porque es un tiempo en el cual para ser eficaz necesitaba puntos más cortos o un juego más explosivo que él nunca tuvo.
Hay una virtud muy especial en ese sentido que es la de haber asumido que su historia, su nombre, su estatua no merece ciertas derrotas. Esto es algo que no es menor porque hay muchos tenistas en la historia que han intentado hasta mucho más allá de sus límites. Hasta nuestro Guillermo Vilas jugó torneos muy chicos contra rivales muy precarios entrados los '90.
Para Rafa es no solamente decir adiós al circuito. Es entender que ya no podía mantener una pretemporada, condicionar a la familia y, sobre todo, sufrir perdiendo contra quiénes nunca iba a haber perdido.
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