River es el equipo a vencer en el fútbol argentino. No sale campeón hace siete años del torneo local y no lo pudo conseguir en todo el ciclo Gallardo pero todos los rivales juegan contra River como no juegan contra nadie. River juega casi siempre el mismo partido y deberá poner en la columna del debe saber resolver mejor este tipo de situaciones, ya repetitivas.
En esta oportunidad fue una obsesión jugar por dentro, donde había ocho mil piernas según contabilizó un censo informal. Para llegar por dentro con tanta aglomeración de piernas en tan poco espacio hay que tener una precisión fenomenal, que está claro que este equipo no tiene. Lo que aconsejaba el partido era romper por fuera, con Angileri y Simón, que se suponía jugaba de lateral para aprovechar su talento ante la baja performance de Vigo, lateral natural. Pues Simón no desequilibró jamás, no llegó al fondo nunca y no entendió lo que pedía el partido.
Pero no tiene la culpa el chico, sino River en general. Equivocó la búsqueda. Podía ganarlo igual y hasta golear porque también es cierto que la suerte no acompaña. El tiro de Julián era gol en todos lados y apareció un rival en la línea para sacarla cuando el arquero ya no tenía nada que hacer. El de Rollheizer más o menos parecido, pero esta vez como no había rival aparecieron el palo y el travesaño, ya que uno solo no podía, y afuera. Embrujados.
Este tipo de partidos no es apto para personas ansiosas. Cuando tenés un ojo en lo que pasa en la cancha y el otro en el reloj, la pasás mal. River va, va y va, choca y vuelve, elige mal, equivoca el camino, rebota contra el frontón adversario, la pierde en una imprecisión, lógica ante el toque, empujoncito que del defensor siempre se permite pero que desequilibra al que ataca, entonces va a presionar tras pérdida, el defensor se tira y foul. Foul, foul, foul y la ceremonia de cada reanudación. Los árbitros lo saben y son cómplices. Defienden a los que no quieren jugar y así tenemos el fútbol que tenemos. De mediocre para abajo.
Otro ejemplo de que los árbitros no entienden el sentido de justicia en el fútbol es el descuento. River iba ganando el partido y había querido jugar siempre. Arsenal había hecho todo el tiempo que pudo y que quiso. Siendo que es un partido en el que no cuenta la diferencia de gol, ¿por qué darle al club que hizo tiempo la posibilidad de tener un tiempo extra? Es un doble castigo al que quiso jugar, pero este tipo de cosas no se analizan. Por si eso no fuera suficiente, el línea decidió cobrar offside en un gol que le hubiera endulzado el domingo a Enzo Fernández, que estaba alrededor de dos metros habilitado. Ese tipo de desconceptos y errores nos vienen en contra y también explican, en parte, estos siete años sin títulos locales.
No hay que olvidar que en el título que se nos escapó en la última fecha en Tucumán, hubo otro gol anulado por un offside que no existió y penales en cantidad no sancionados. Es recurrente. Es el precio de haber ganado tanto a nivel internacional y a una evidente enemistad en el orden interno. Dicho en criollo, si nos pueden cagar, nos cagan.
Para finalizar, admitiendo que tal vez haya un exceso de celo, se percibe cierta desilusión cuando River hace un gol, una falta de alegría en las transmisiones televisivas y hasta la búsqueda antojadiza de menospreciar el valor de la victoria o el modo de conseguirla. En ocasiones, hasta se escuchan lamentos. No hay un reconocimiento hacia un equipo que, aún con los errores aquí señalados, tiene una búsqueda diferente en el fútbol argentino. Casi siempre se analiza en función del adversario y el contraste es más que evidente cuando los que juegan son los primos.
Un extra: gracias Enzo por la clase de pases verticales, por la simplicidad e inteligencia en el juego y por el tac del pase por alto en profundidad a De la Cruz que merecía gol.
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