Cuando se anunció que Marcos Acuña no iba a ser de la partida, la sensación generalizada en todo el mundo River podría haberse sintetizado en una frase: "Esto nació mal". Las señales de alerta previas, con ese mediocampo particular, compuesto por Simón, Fonseca y Nacho Fernández, contribuyeron a que se corroborara, ya en los primeros minutos de juego, que la cosa iba a estar complicada. Y vaya si lo estuvo. Fue una de las peores producciones futbolísticas de River que recuerde. La pelota, al equipo de Gallardo, no le duraba cinco segundos. Contabas literal hasta cinco y enseguida la perdían. Atlético Mineiro sólo se asomaba en el partido, estaba ahí, agazapado, sabía que tenía el gol latente, no necesitó incluso de crear muchas situaciones para mostrar la diferencia ostensible que había entre uno y otro.
"Tenemos que hacer el partido perfecto". A esa frase decidió aferrarse el Muñeco Gallardo, y junto a él, nos sumamos todos. Pero no porque seamos hinchas de la semántica. Es que no queda otra. Pasado el sacudón, el golpazo, de esta derrota que recuerda a la de los cuartos de final de la Copa 2021 con el mismo rival, vendrán unos días de reflexión y otros de pequeña ilusión, que convergerán, dentro de una semana, en un Monumental repleto, exudando épica, sediento de revancha. Sí, como con Palmeiras, de visitante. Claro, River ahora tiene otros intérpretes en el verde césped, un equipo liviano, que transmite poco. Pero, también, tendrá a casi 90000 personas que empujarán incansablemente para lograr torcer algo que hoy parece terminado.
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¿Puede River dar vuelta esto? A priori, siendo objetivos, despojados de fanatismo, incluso, despojados de ingenuidad, podría decirse que no, que ni a palos. Pero el fútbol a veces tiene un pequeño lugar para narrativas inesperadas, casi ficcionales. ¿En qué podemos basar esta ilusión? Y, la verdad es que seguramente no en el nivel de Nacho Fernández, en la ausencia presencial de Borja, en que juegue Fonseca, en la carencia de soluciones que brinda Meza y podríamos seguir. Tampoco en la falta de minutos de Mastantuono, inexplicablemente afuera en esta serie. El pibe de 17 años es el único talento distinguible que presenta ofensivamente River hoy. Es curioso que no tenga participación. Su edad no es óbice, entra y no lo mueven, se la banca, pide la pelota, genera juego, se asocia. Y tiene pasta. Ojalá en la vuelta pueda estar.
Ahí quizás, una pequeña luz, que juegue Mastantuono, quien, con Colidio, expresan, al menos, un poco de rebeldía futbolística y fluidez de juego. River, en carácter, no está mal. Ni tampoco está mal en lo físico. River está mal, desde hace mucho, con la pelota. Por eso, los buenos en serio tienen que jugar. Este espacio crítico no debe mirar para el costado si el Muñeco Gallardo, de acuerdo a la guía de pensamiento que recorre este texto, pifia. Como pifió en Belo Horizonte. Por caso, Kranevitter, sin ser un fenómeno ni mucho menos, no había jugado mal las series pasadas de Copa. Es cierto que Krane tampoco es una referencia ideal como un volante central icónico típico de Gallardo, no es Ponzio, no es Enzo, es lo que hay y desde aquí nos cansamos de pedir que River trajera a un 5, o, al menos, que no se fuera Felipe Peña. Pero, al lado del partido que jugó Fonseca, queda evidenciado que su reemplazo fue equivocado. Nacho Fernández no logra ser eje del equipo, porque ya no es el Nacho de antes y porque no está bien con la pelota. Nacho se queda en intentos y no logra imponerse siquiera en la gestión, toca muy pocas pelotas y las que toca no significan nada. El once inicial de River, en una semifinal de Libertadores, tuvo a Nacho y a Fonseca como los generadores de fútbol. Era difícil que saliera bien.
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Pese a todo, en una semana es la vuelta y hay atisbos incipientes de fe. Que crecerán con el curso de los días. Nadie te puede quitar ni cuestionar eso. La empresa es casi imposible, no hay que generar falsas expectativas, hay que ser responsable en el aliento. Desde aquí, humildemente, se piensa que, a todo lo que hemos dicho, es decir, la esperanza depositada en algunos buenos jugadores y en que el partido se va a jugar en un Monumental enfervorizado, le agregamos el plus de que están Gallardo y Biscay en el banco de suplentes, comandando a River. Sí, esos que en el párrafo anterior emergieron como responsables de la derrota, también son una de las cartas de la victoria. El Muñeco ha demostrado en más de una oportunidad que está hecho para partidos como éste. Sabe, luego de este olvidable pero debidamente estudiado match, qué cosas hacer y cuáles no jugando de local. La serie no está abierta, pero hay una hendija. Por allí, tiene que meterse todo el fútbol de River, un fútbol que no ha mostrado durante todo este año. Parece imposible, quizás lo sea, pero la ilusión de ir en búsqueda del partido perfecto, no nos las puede sacar nadie.
Foto: @fotobairesarg
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