Todos los buenos equipos en construcción suelen tener: arranques impetuosos, mesetas lógicas y reanudación del andamiaje con un funcionamiento consolidado. La sensación que deja River en su estupenda presentación ante Banfield es que ya está en la última etapa de lo que puede considerarse un buen equipo.
Tenía que dar una muestra de fútbol y carácter en la Copa: la dio. Tenía que volver a ganar de visitante en el torneo local donde es claro favorito: lo hizo. Pero además, no es que solamente consiguió los resultados, sino, por supuesto el cómo. En general, el ganar por chapa o peso específico ayuda a que con el colchón del resultado se vayan acomodando los melones para llegar finalmente a un sistema de juego confiable. River ha ido construyendo a la par resultados y juego, a veces más de uno y menos de otro, pero siempre ha ido en consonancia en pos de enriquecer su equipo.
No obstante, tratan de bajarle el precio. El otro día leíamos o escuchábamos que River había vencido a Fluminense porque los brasileños “no habían jugado en serio”. No es un invento mío, lo dicen analistas de años en la tele. Eso fue porque no hubo alguna jugada polémica o interpretable en beneficio de River en aquel partido, porque si no, todo se traduce en que River es “beneficiado”. Y no importa que esto sea fácil de demostrar en la evidencia, sólo interesa el desmerecer de alguna manera algo ganado legítimamente en el campo. ¿Qué podrán alegar de esta goleada de visitante ante Banfield? Si incluso el VAR le otorgó al local un penal que en ninguna de las cámaras expresa contúndenemente que hubo penal. No interesa, siempre algo aparecerá.
Todas las decisiones de Demichelis han sido puestas bajo la lupa, incluso por supuesto en esta humilde tribuna de opinión. Pero, es absolutamente sano que hagamos esto, porque no lo conocemos mucho como entrenador, estamos viendo ahora quién es, él mismo también lo está descubriendo. Y en todo este camino lo que prima es la buena fe del entrenador, en sus decisiones y en sus explicaciones, como la buena fe de quienes critican sus decisiones. Porque todas persiguen el bienestar de River como equipo. Y Micho escucha y corrige, lo hace permanentemente, lo hace cuando gana, cuando pierde y lo hace en medio de los partidos. Entonces, cuando hemos criticado los cambios, algunos llamativos, no dudamos en alzar la voz para alertar sobre lo peligroso que podía ser eso para llegar al resultado. Hoy, Pablo Solari era uno de los mejores de la cancha. Y salió en el entretiempo. Banfield, con poco fútbol y mucho entusiasmo, había llegado demasiado al arco de Armani. Incluso había hecho retrasar demasiado a Aliendro forzándolo a errar también. La lectura del coach fue la de sacar a Solari, reforzar el medio con Kranevitter y soltar a Aliendro para presionar algo más arriba. Enseguida, el gol que desmoronó a Banfield por completo, con Lucas Beltrán en modo killer. Toda, pero toda, pero toda, del entrenador. Como también, con el partido encaminado, puso a Suárez y Rondón a sabiendas de que un gol del venezolano era necesario para todos. Dicho sea de paso, Salomón tiene más goles que Benedetto en este torneo.
Muchas cosas positivas logró asimilar River luego del partido ante Fluminense. El conjunto de Demichelis es el mejor equipo argentino de este 2023. En la Copa veremos hasta dónde puede llegar, por ahora al menos pareció encaminar el paso a los octavos de final, donde el tipo de competencia es totalmente diferente. Pero, en el torneo local, donde su supremacía es notoria, volvió a dar una muestra de autoridad, juego y carácter. Y de paso envió un mensaje a los que vienen atrás: no pueden perder ni un punto en lo que les queda.
Foto: @fotobairesarg
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