Orgullo. Es impresionante el nivel que puede desarrollar River cuando toma posesión del partido y lo maneja. La cultura de juego ofensivo, de arriesgar, de ir al frente, de hacerse dueño, de imponer condiciones. Un equipo con una personalidad enorme, fiel reflejo de su líder, el Muñeco más grande de la historia.
El primer tiempo de River debe ser de lo mejor que hemos jugado en mucho tiempo. Sostener ese nivel de juego y presión, de intensidad y concentración es muy difícil, por no decir imposible. Por eso vimos también, sumadas algunas correcciones que hizo San Pablo, un segundo tiempo muy distinto, en el que perdimos la pelota y se comprometió el resultado severamente. Sin la pelota, un equipo que casi no tiene jugadores de corte defensivo se complica. Más contra brasileños jerarquizados, porque San Pablo es un rival de categoría, no como otros que hemos visto penar en campos de juego en esta primera fase de Copa.
Siempre jugando alto, River tuvo un primer tiempo notable. Julián Álvarez metió dos goles, el primero luego de una gran jugada elaborada por todo el equipo que rompió en De la Cruz, con el apoyo de Borré y la definición final del pibe. El otro, una contra en la que Matías Suárez sacó a pasear a todo el sector derecho de la defensa paulista, con la que se divirtió en el primer tiempo, el afamado Juanfran incluido.
La construcción del equipo se apoya en la fortaleza de Martínez Quarta y Pinola, que están en un nivel muy alto, ganando los duelos. Unos metros adelante, Enzo Pérez no transpira, destila jerarquía. En la altura siguiente, Nacho siempre es Nacho, con toda la cancha en el bocho, y De la Cruz sigue creciendo en su concepto de juego, agregando sabiduría a las condiciones incuestionables que tiene en el uno contra uno y en la recuperación.
Los puntas atacan y defienden, son unas fieras que no paran. River pudo y debió meter un par de goles más en el primer tiempo, pero se quedó corto el resultado y entonces se expuso a que, con la mejora del rival y el cansancio, el partido cambiara radicalmente en el segundo. Es difícil sostener ese nivel en los noventa y también habría que evaluar cuánto jugó el hecho de sentirse prácticamente clasificado para aflojar un poco las tuercas.
El Muñeco ni siquiera pudo frenar la recuperación del adversario con el cambio de sistema y tal vez cuando hizo más cambios, con la consiguiente renovación energética, volvimos a pararnos unos metros más adelante y alejarlos del siempre presente Armani.
El balance del partido es favorable a River. Lo del primer tiempo era para emocionarse. Jugar así a nivel internacional no es fácil, ni nos ha sido fácil a lo largo de la historia. Es obra del Muñeco, de cómo convence a un equipo que quiere seguir haciendo historia.
No será fácil pero si lo vamos a intentar jugando así, será a lo grande. Alguna vez nuestro líder mandó a creer. Quien opine lo contrario que hable ahora, o calle para siempre.
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