Marcelo Gallardo fue tallando a sus dirigidos para convertirlos en perros de caza. Un River con jugadores sacrificados, de alta intensidad, que terminan comiendo los tobillos de los rivales. Sucedió en el duelo con Binacional y, también, ayer frente a Liga de Quito, que terminó ahogado y sin ideas por la agobiante presión del Millonario.
Los tres goles riverplatenses son el claro ejemplo para graficar el extenuante planteo del Muñeco. Luego de la primera conquista de Rafael Santos Borré, el conjunto ecuatoriano sacó del medio y rápidamente delanteros y mediocampistas fueron directamente a achicar los espacios. La acción terminó con el recupero de Santiago Sosa, el pase entre líneas para la arremetida de Julián Álvarez y un posterior tiro en el palo.
Además, el segundo tanto nació de un quite a tiempo en tres cuartos de cancha que aprovechó el propio N°9 para dejar la pelota abrazada a la red. Y el tercero, la misma historia de siempre: River no dejó siquiera sacar del medio al rival, fue de inmediato a atorar y recuperó la posesión. Equipo voraz.
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