Juega Denver Nuggets. Juega Facundo Campazzo. Entra desde el banco, suma alrededor de 20 minutos y redondea un partido más que correcto. Noche a noche, el base cordobés demuestra estar a la altura de la NBA. Pero noche a noche se repiten las quejas hacia el entrenador, Michael Malone, a quien los fanáticos del argentino critican en las redes sociales por no darle más minutos. ¿Escucha eso Campazzo? Para nada. No lo afecta en lo más mínimo tener que afrontar un rol secundario luego de haber sido una figura excluyente en Real Madrid y lo resume de una manera corta, concisa y contundente: "Si escuchara a mi ego, no podría estar acá".

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En el marco de una conferencia de prensa por el evento de Noches Latinas de la NBA, en el que la cultura latinoamericana es celebrada en todos los partidos de la liga, el base cordobés reflexionó sobre sus primeros meses en la liga más importante del mundo. Allí, aseguró sentirse conforme con lo hecho y auguró mejores cosas por venir. Las preguntas rápidamente se dirigen hacia el rol que cumple el cordobés en el equipo de Malone, quien parece estar decidido a utilizarlo como un revulsivo sexto hombre, cuando las cosas no salen como él las quiere. Para Campazzo, eso encaja dentro de sus expectativas.

"Sabía que no iba a ser fácil, pero nunca me sentí frustrado o enojado porque sabía a lo que venía acá. Sabía que iba a pasar de tener más protagonismo en Real Madrid a venir a Denver a intentar ganarme un rol secundario, porque no lo tenía ni asegurado. Sabía que la adaptación no iba a ser fácil, que iba a tener que llevar adelante un proceso, equivocarme, conocer... Si algo aprendí hasta ahora, después de varios meses, es que nunca tenés que estar conforme, bajo, enojado o frustrado. Tenés que estar en el presente, vivir el día a día y el momento para aprovecharlo", reflexiona en diálogo por Zoom con periodistas de todo el mundo.

Así como alguna vez se halagó a Emanuel Ginóbili, quien aceptó tener un rol secundario en San Antonio Spurs para que el equipo funcione como lo hizo -y se convierta en una dinastía histórica de la NBA-, Campazzo parece tener las cosas claras y no deja que el ego lo nuble. "Si yo escuchara a mi ego, no podría estar acá. El ego es la principal traba a todo. Intento correrlo, no escucharlo, convivir con él pero controlarlo. Intento que no haya ego en cualquier decisión que tomo en el juego. A partir de ahí, sólo pueden pasar cosas buenas", explica, con la tonada cordobesa que lo caracteriza.

Si uno analiza los fríos números, el contraste entre el rol que tenía en el Merengue y el actual en Denver es notorio. Al cabo, el exjugador de Peñarol pasó de promediar 23 minutos -contabilizando sus dos etapas en Madrid y su paso por Murcia- a poco más de 17 en la NBA. Sus estadísticas, además, también reflejan una baja: de 10,1 puntos, 4,5 asistencias y 2,3 rebotes en su paso por la Liga ACB a 5,3 puntos, 2,6 asistencias y 1,2 rebotes en la NBA.

Cualquiera diría que un jugador que supo ser estrella en Europa tendría el orgullo mancillado. Cualquiera, menos Campazzo. El cordobés entiende que su aporte tiene que ser otro si acaso quiere lograr cosas importantes con los Nuggets, un equipo que presenta tal vez su mejor plantel en mucho tiempo y que, hace solo una temporada, quedó a las puertas de las finales de la NBA.

"Intento poner siempre mi juego a disposición del equipo y tomar lectura de lo que necesita o lo que menos tenemos. Intento ir por ese lado, porque en el equipo cualquiera puede agarrar la pelota y llevarla", analiza el argentino respecto de lo analiza antes de entrar desde el banco en cada partido. Ese análisis previo es el que lo ha transformado en un integrante más del "círculo de confianza" de Mike Malone, ese grupo de jugadores en quienes confía ciegamente para darle al equipo lo que éste necesita.

Para Campazzo, ese control del ego es la clave. No se permite pensar en los minutos o el protagonismo, sino que se enfoca en lo que el equipo necesita, partido a partido: "Mi cabeza va más por el lado de la intensidad, contagiar a mis compañeros en defensa y estar concentrado. Si estoy en el banco, intento apoyar y estar concentrado en lo que pasa para no cometer errores al entrar. Si hay ego en eso, nada bueno puede pasar. A lo sumo puede pasar algo bueno en el corto plazo, pero yo quiero mantenerme a largo plazo. Intento quitar el ego y pensar nada más en lo que puedo hacer en la cancha para ayudar al equipo a conseguir victorias".

El largo plazo parece ser lo que lo desvive. No es la primera vez que hace referencia a eso. Hace unas semanas, en otra conferencia de prensa, Campazzo aseguró que su sueño de llegar a la NBA estaba cumplido y que ahora su nuevo sueño era mantenerse y lograr grandes cosas con Denver. "Vine a desafiarme, a competir, a demostrarme que puedo jugar en un nivel como este y de adaptarme a un equipo lleno de estrellas como el de Denver. Es un desafío muy grande. Habrán momentos difíciles y momentos buenos. La NBA va y viene, algunos días tenés oportunidades, otros no tantas. Trabajo mucho en lo mental, además de lo físico, para tener todo bajo control. No es fácil, pero a eso vine", explicó en ese momento.

A modo de cierre, el argentino fue consultado respecto del impacto que puede generar en los jóvenes, después de varios años sin argentinos en la NBA desde el retiro de Ginóbili: "Hay que hacer las cosas de la mejor manera posible, trabajando duro y mostrando el mismo camino que a mi me mostró la Generación Dorada. Ser profesional no es solo venir, cumplir horario, entrenar... Es trabajo extra, estar bien afuera de la cancha y, a la hora de jugar, vaciarse. Dejar todo. Eso a la gente le gusta y se siente identificada".

El tiempo dirá si la aventura de Campazzo en la NBA dura meses o años. Pero lo cierto es que, a su manera y silbando bajito, el cordobés ya demostró que no quiere estar de paso en la mejor liga del mundo y los equipos parecen haber tomado nota.