“Pablo, su familia, su rincón, son gente amorosa, espectacular. Pero cuando sube al ring, se enciende, se le prenden fuego los ojos”. Así lo define Georgina Rivero, quién se ocupa del día a día de su carrera para OR Promotions.
El pasado domingo, día atípico para el boxeo pero apropiado para no coincidir con el partido de Argentina frente a Ecuador por cuartos de final de Copa América, el catamarqueño Pablo Corzo se presentó como preliminar del combate mundialista entre Evelyn Bermudez y Tamara de Marco. Su rival fue el salteño Reinaldo Alfaro, de 34 años.
Realizaba su cuarto combate combate, con tres ganados por KO, y exponía sus credenciales de amplio favorito y la expectativa que el boca en boca del boxeo local va sumando cada vez que este catamarqueño de 21 años despliega su potencia y técnica en los 165.
El combate fue hablado desde el principio, con idas y vueltas de ambos rincones, aunque lo que se vió por TV expuso de sobre manera a Corso, que terminó dedicando el triunfo en forma desafiante y burla incluída al rincón de Alfaro, encabezado nada menos que por el “Potro” Abregú. La charla de Pablo Corso con BdP sirve para conocerlo mejor, y también para conocer su versión.
“La pelea empezó con mucho roce porque los entrenadores de él. Tengo todos los respetos y sé que es un guerrero arriba del ring. La burla no la tenía que haber hecho, pero no era para él. Sus entrenadores me estaban faltando el respeto, me iban a controlar el vendaje... algo que no hace nadie. No me sentía cómodo con el rincón de ellos. El segundo también me gritaba cosas, insultos. Alfaro también me empezó a sacar la lengua y yo respondí. Intenté no entrar en el juego de él, pero quise hacer que él entre en el mío. La burla fue para el entrenador”, cuenta el catamarqueño.
Pero como suele suceder en el boxeo, la nobleza entre boxeadores se manifiesta en el saludo final para dejar todo atrás: “Alfaro apenas terminó me dijo que estaba seguro que me iba a ganar, pero después de la pelea se dio cuenta mi valor y me felicitó. Es más, ahora queremos guantear con él. Afuera del ring soy una cosa y abajo soy otra, arriba doy lo mejor de mí y soy feliz, subí para sentirme contento y sentirme orgulloso de mi mismo. Se lo dije a mi mamá inmediatamente. Pero él también se había pegado 2 o 3 cabezazos, yo peleé limpio”, sostiene el boxeador más preocupado por el reto de su madre que por la opinión pública.
Es que su viene de una familia con historia en el boxeo: “Mis hermanos y viejo son boxeadores, así empecé. Jugaba al fútbol de nueve, andaba bien pero no tenía futuro. Soy el más chico de mis hermanos, uno de ellos profesional. Falleció uno de mis hermanos en un accidente de motos y decidimos poner un gimnasio en mi casa en honor a él con su nombre”.
Cuenta también que como viene realizando sus peleas en Rosario y alrededores, fue haciéndose de amigos. “Soy respetuoso, no soy agrandado. En Rosario me quieren mucho. El otro día una familia me dijo que querían invitarme a comer y les dije que sí, compramos asado y les caímos. Se pusieron muy felices. Era uno de los que arma el ring. Soy humilde y me gusta compartir”. Cuentan en su entorno que prefiere el asado sin condimentos ni salsas, ya que el picante lo deja arriba del ring…
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