Perdió el invicto en los clásicos. Quedó a nueve puntos del líder y otra vez fuera de la zona de la copa que interesa. Ganó apenas un partido de los ocho que jugó de visitante. Fue eliminado de las competencias internacionales. Tiene a los líderes de "jerarquía mundial" en el banco o directamente afuera por lesiones o falta de ritmo. El arquero, "una estrella", regaló el partido. Fue a Avellaneda sin un solo jugador en el banco que pudiera cambiar la ecuación. Con algunos futbolistas en la cancha que no pueden explicar cómo llegaron adonde llegaron. Y el bonus track, se lo ganaron un técnico al que no echaron de lástima y dos viejos conocidos: Juanfer Quintero y Roger Martínez -al que Román tantas veces quiso y nunca pudo traer. Así llega Boca al superclásico, a jugar contra un River que acaba de ganar 4-1 y va por un paso más en la Libertadores. Por suerte será en la Bombonera y no en las canchas del hotel que quiere hacer el presidente, "lo único que nos falta para estar al nivel del primer mundo", según sus propias palabras.
Es contrafáctico, pero si Boca no jugara con River la semana que viene, esta historia terminaba en una estación de servicio, con litros y litros de nafta echados a este incendio. Y habida cuenta de cómo está el equipo, sería más que merecido. El ciclo Martínez, cargado de excusas, de broncas, de "partidos que se pierden por detalles" entró en la última cuenta regresiva. Tal vez sea un excelente técnico, pero para ser técnico de Boca se necesita algo más. Y Martínez no lo tiene. Al margen de los errores sistemáticos en las formaciones -esta vez fue Miramón de 8 y Saralegui una vez más proscripto sin explicación-, da la sensación de que los jugadores tienen los huevos por el piso con algunas de sus decisiones. Mucho más allá del mea culpa de Romero -tiene razón en que perdimos por la boludez del primer gol, le faltó hacerse cargo del segundo también-, hay que saber leer lo que el arquero dice ya sin disimulo hablando de las salidas por abajo que tanto le cuestan por sus limitaciones: "Hay que seguir intentándolo porque es el estilo que él quiere". No parece muy de acuerdo, Chiquito.
En este caso, igualmente, no es toda del DT. A ver, el fútbol es más sencillo de lo que nos quieren hacer creer: si un tipo está de espaldas y con posibilidad de que lo coman, no le podés pasar la pelota. Sobre todo en una salida desde el arco. Es un suicidio. Quién sabe qué se le habrá pasado por la cabeza al veterano arquero de Boca para hacer lo que hizo en un contexto sin urgencias, en el que el apurado era Racing. Desconcertado, el equipo de Costas había sentido el mazazo del 0-1 y apenas era necesario aguantarlo unos minutos, enfriar el partido, hacerlo lento, sacarle ritmo, terminar de desesperarlo. Por el contrario, el que se desesperó fue Chiquito y regaló el empate a su rival. ¿Hay responsabilidad de Martínez por pedir una salida prolija desde abajo? No, para nada. Hay decisiones que todavía -afortunadamente- siguen siendo potestad de los jugadores. Y encima Romero no es un pibe que recién empieza, que está rindiendo examen y necesita quedar bien con el DT para que lo siga poniendo. Poco inteligente, inentendible por donde se lo mire, ansioso por demás, se regaló a la presión de Racing. Porque hasta Costas sabe cómo sale Boca y había mandado a sus hombres a ejercer una presión alta. Es duro de admitir, pero somos más boludos que Racing.
¿Más responsables? Claro. Barinaga no le acierta un pase a un compañero, Pol Fernández mete un comunicado y agita innecesariamente el clima en días clave, Belmonte hace un foul tonto no bien entra y de ahí sale el centro del segundo gol. Con el agravante de que ese centro lo tira Quintero. La alternativa cuando sale Medina, lesionado, es Janson. Y los otros suplentes eran Figal (anduvo tan mal de 4 que tuvieron que comprar a Barinaga), Fabra (jubilado de privilegio), Saracchi, Martegani (de titular a ni un minuto), Zeballos (un córner que no llegó al primer palo) Di Lollo, Milton Delgado, Nacho Rodríguez (todos pibes), Jabes (excomulgado vaya uno a saber por qué), Brey. ¿De quién es la culpa de que Racing tenga más que Boca? O para no entrar en comparaciones odiosas: ¿de quién es la culpa de que tengamos este plantel? De Juan Román Riquelme. De él y de nadie más, porque todos sabemos que el Consejo no existe, que es un grupo de mandaderos a los que usa para que salgan en las fotos o para que hablen cuando él no tiene ganas. Ni siquiera sabemos si son útiles o no, porque no deciden nada. En X, luego del partido, una de las principales tendencias era el presidente de Boca, nadie se acordó de Serna, del Chelo ni de Cascini. Ah, no lo elogiaban.
Escuchar en la conferencia a Martínez decir que "Boca hizo un buen partido" y peor, que "hay que mirar para adelante y no buscar responsables" es cuanto menos provocativo. Más de un hincha debe haber tenido ganas de atravesar el televisor y agarrarlo del cuello. Pero no es así, muchachos, con la violencia no se llega a nada. Sólo es cuestión de esperar que JR admita que se equivocó con él, que le dé las gracias y le deje seguir su camino por Tigre, Estudiantes de Caseros y otros clubes de ese tamaño.
Más allá de todo lo bueno que hicieron Merentiel y Giménez en el gol, no hay gran cosa para rescatar. Se vienen días bravos, plagados de incertidumbre: qué cerámica ponemos en los baños, cortinas roller o de tela en las habitaciones, camas de plaza y media o king size, alfombra o piso de madera. ¿O no Román? ¿Cómo será la vestimenta de los conserjes del hotel? ¿Las sábanas serán azules y amarillas? ¿Habrá cuadros tuyos en las habitaciones? No puedo esperar a verlo. Eso sí es importante. Terminar la Bombonera o comprar titulares son boludeces. Tranquilos, muchachos. Cualquier día de estos vuelven Cavani y Rojo, si se pueden despegar de las camillas. ¡Y ahí van a ver lo que es bueno!
Foto: Gustavo Garello/Getty Images
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