Hace una semana River fue campeón. Había sido el último en dar una vuelta olímpica en 2023 y fue el primero en dar una vuelta olímpica en 2024. Desde que se fue Gallardo un solo entrenador en el país levantó tres títulos: el criticado Martín Demichelis.
Tal vez por la inevitable comparación con el mejor técnico argentino de la historia o tal vez por su estilo europeo, impoluto, inmaculado, demasiado alemán y demasiado ajeno para nuestro fútbol pícaro, reo y despeinado, a Demichelis le cuesta enamorar a todos.
River debe y merece jugar mejor porque tiene plantel para eso y es válido que el hincha exija, así pasó siempre. Pero cuando el exceso de exigencia se transforma en algo patológico, caprichoso y sobreactuado impide disfrutar lo que se logra en el camino, entonces todo entra en un pozo ciego: nunca nada va a alcanzar porque siempre se podrá pedir más. Como el dinero.
Todavía no nació el técnico que juegue bien todos los torneos y gane todo lo que compite. Menos si se queda sin los dos mejores jugadores del equipo. Defectos habrá siempre, un técnico toma cien decisiones por partido, el tema está en dónde poner la lupa. Es en ese contexto cuando urge poner mesura, esa delgada mezcla entre exigencia y reconocimiento.
Es saludable decir “yo no hubiera hecho ese cambio contra Banfield”, “a Kranevitter le falta fútbol” y “cómo no jugaba Borja el año pasado”… Pero qué bueno jugar ocho clásicos, ganar cinco y empatar tres; qué bueno jugar tres Superclásicos, ganar dos y empatar uno; qué bueno haber ganado tres de los seis torneos disputados; qué bueno ser el equipo con más goles a favor del torneo y el que mejor diferencia de gol tiene; qué bueno es ver cómo explotan chicos como Beltrán y debutan los Echeverri, Mastantuono y Ruberto; qué bueno es ganar veinte partidos consecutivos de local; qué bueno es ver a Riquelme colorado mientras dice que el mejor equipo es Central; qué bueno es estar en la punta del torneo y ser el único invicto 2024; qué bueno es tener un DT nacido en el club; qué bueno que sea un técnico que piense siempre en el arco rival y nunca ponga siete defensores (en un partido que está empatado).
River suspendió el entrenamiento debido a las condiciones climáticas
Se escucha hasta el hartazgo aquello de “para el fútbol local esto le alcanza, pero para la Copa somos boleta”. ¿Tiene sustento esta frase? Sí, absolutamente. Pero no puede ser “plata o mierda”. La Copa Libertadores se jugó 63 veces y River la obtuvo sólo cuatro, sería necio condenarlo al fracaso si no la gana, ¿o acaso hubo 59 fracasos? River no debe depender de la Libertadores para ser feliz porque se hizo el más grande por otras mil razones. Y porque en la vereda de enfrente la Copa se transformó en una obsesión tan enfermiza que hace 17 años que nada los hace felices y viven echando técnicos. La Copa nunca puede ser la razón de vivir sino el impuesto al lujo.
Además desde el punto de vista económico ningún equipo de América puede sacar pecho contra los brasileños. La diferencia de planteles es tan abismal que el mejor jugador que estaba en el país, De la Cruz, ya es de ellos. Como Garro, José Manuel López, Galoppo, Cristaldo, Alario, Borré, Orellano, Zapelli, Godoy, Aníbal Moreno, Rossi, Calleri, Fausto Vera y tantos otros que hace unos meses eran figuras excluyentes acá. ¿Y cuántos de allá están por acá? Ninguno. Cero. Decir mirando las cuentas bancarias que los equipos argentinos son candidatos podría ser un exceso de chauvinismo.
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Pero como el fútbol no es sólo dinero sino una licuadora de ítems pasionales e intangibles, habrá que decir que River es con Flamengo y Fluminense el gran favorito a ganarla. La presión que mete la gente en el Monumental genera que los rivales jueguen con terror y el escudo es hace varios años el más pesado en América. Además el plantel tiene hombres con mentalidad ganadora y la final será en Núñez, donde River se quedó con todas las que jugó, cinco de cinco.
Mientras la gente se pregunta qué pasó con Boca, que perdió en la Copa y… no aparece en ningún grupo, acá hay una camiseta que no tiene límites. Es la que tiene más convocatoria en el país. Habrá que hacerse cargo, hay una historia para soñar alto.
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