Una buena porción de los argentinos fanáticos del fútbol se levantó temprano el 4 de septiembre de 1979. Más allá de los habituales compromisos laborales matutinos, un equipo compuesto de pibes de entre 18 y 20 años, que maravillaban con sus dotes con la pelota, eran motivo suficiente para despertarse con los primeros rayos de sol. Aquella Selección Argentina, que venció en la final del Mundial Sub-20 de Japón a la Unión Soviética y se consagró campeona, comenzó a construir la leyenda no solo a base de su juego, sino a través de una poderosa unión grupal que cultivó César Luis Menotti, el paladín de las enseñanzas para esos jóvenes jugadores.
El Menotti todoterreno del Juvenil '79: maestro, comediante y "experto tecnológico"
El plantel, cuya principal figura era el mediocampista Diego Armando Maradona, se juntó algunos días antes de viajar al continente asiático en los Estados Unidos, donde jugaron un amistoso contra México. Los entrenamientos estaban enfocados en absorber las cuatro acciones que el Flaco repetía como un mantra: defender, recuperar, gestar y definir. Los conceptos fueron perfectamente incorporados por aquel grupo, de acuerdo a un íntimo discurso que dio en la previa del partido decisivo contra el extinto estado socialista.
"Nos dijo que fuimos el equipo que más representó su idea. No había mayor orgullo para nosotros que eso, a pesar de lo extraordinarios que fueron la Selección del '78, el Barcelona de los tres campeonatos, dos de ellos ante Real Madrid, y el Huracán del '73. Yo siempre le digo a mis excompañeros que nosotros no le ganamos a Rusia. Le ganamos a la URSS, que incluía a varios países. También superamos a Yugoslavia, con jugadores de Croacia, Serbia y Montenegro", explica Rubén Rossi, defensor del Juvenil '79, en una charla con TyCSports.com.
Lo que ocurrió con el aclamado director técnico suena extraño y hasta casi imposible en la actualidad. Luego de ser el primer campeón del mundo con la Mayor, prefirió no estancarse y agarró a una selección de juveniles plagada de desfachatez. "Él creaba un contexto de permanente curiosidad, porque siempre estaba descubriendo un concepto nuevo para que aprendiéramos. Había mucha admiración hacia él. Le daba seguridad y confianza a cada uno de los jugadores y había alegría permanente en cada entrenamiento. Siempre estaban esas cuatro emociones que favorecen el aprendizaje. Aparte, la mayoría de nosotros venía del potrero, donde no había maestros y nadie coartaba la creatividad", desglosa el santafesino.
Y añade: "Él no me hablaba en etéreo, ni de la importancia de la amígdala en la memoria... me decía cosas puntuales: 'Cuando te encaran uno contra uno, que el primer movimiento lo haga el delantero, no lo hagas nunca vos. Lo que tenés que hacer es amagarle y llevarlo para tu pierna'". El exzaguero comenta que aquella reflexión "le solucionó todos los problemas".
Además, puntualiza: "Era un brillante entrenador. Yo lo he visto corregirlo a Diego. Maradona no entraba y hacía lo que quería. Había un marco conceptual que Menotti había creado para potenciar el talento del más grande de todos los tiempos. Hacía una diferencia extraordinaria en ese equipo y explotó su magia y talento".
En el mes de concentración previo al Mundial, también había lugar para un Flaco divertido y bromista. "César siempre fue muy abierto. Me acuerdo que hacíamos comentarios de las novias, que se iban a Bariloche de viaje, y un día se fue hasta el fondo, donde estábamos los revoltosos. Entre risas, dijo: '¿Pero quién es el que la deja ir a la novia a Bariloche sola?'. Y uno le dice: '¿Usted no la dejaría?'. Ahí contestó: 'Yo no la dejo a mi mujer bailar con el padre, mire si la voy a dejar ir a Bariloche, ja'. Todo en tono de broma", revela quien hoy es director de Fútbol Formativo en la escuela de entrenadores que lleva el apellido del rosarino.
Pero también había espacio para las moralejas. Los jugadores tenían permitido jugar a las cartas en las largas horas de convivencia, mientras no apostaran dinero. En una entrevista con La Nación, Osvaldo Rinaldi, exmediocampista, recordó el día que los pescó. "Párense los que estaban jugando... El que juega acá por plata, se va", soltó Menotti para fulminar a los pecadores. "Nunca lo habían visto así. César no podía entender que un futbolista tuviera en su bolsillo la plata de otro compañero. Era inaceptable", agrega el otrora volante de San Lorenzo, Racing y River.
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El entrenador formó una relación tan fraternal con sus dirigidos que hasta les hablaba como si fuera un padre. Y tampoco se privaba de hacer ciertas actividades domésticas que mostraban su ductilidad con la tecnología de entonces. "Me acuerdo que en esa época compré un minicomponente, que no existía acá en Argentina, era algo poco común. Un día estábamos en la habitación con Hugo (Alves) y yo lo quería armar para ponernos a escuchar música un rato, pero no sabía cómo. Nosotros estábamos todos en el mismo piso y con la puerta abierta. En una de esas pasa el Flaco, mira y dice: '¿Qué están haciendo? A ver ustedes, que son unos burros...', tiró y se puso en el piso. Y lo terminó armando", relata Abelardo Carabelli, futbolista de ese plantel que jugó en Argentinos Juniors, a TyCSports.com.
Ese ambiente de unidad contribuyó a que el Sub-20 desfilara en el campeonato. Terminó primero de su grupo con puntaje ideal al batir a Indonesia, Yugoslavia y Polonia. En octavos goleó a Argelia, en semifinales superó a Uruguay y en la final se despachó con un 3-1 sobre la Unión Soviética. En total, hizo 20 goles en seis partidos. ¿Quiénes anotaron la mayoría? Diego Maradona y Ramón Díaz, protagonistas de una histórica dupla.
Las locuras de Maradona y Ramón Díaz en el Mundial con la Argentina Sub-20
"Fue una de las más grandes de todos los tiempos", sintetiza Rossi. Aunque Pelusa ya había sido el máximo goleador de los Metropolitanos 1978 y 1979, y se encaminaba a repetir la gesta en el torneo Nacional, el riojano llevaba apenas un año en la Primera de River y jugaba de enganche, al igual que el oriundo de Villa Fiorito. "Él era un 10 normal para la época. El que lo convirtió en un '9 y medio', como le decíamos nosotros, fue Menotti. Ramón no era Alonso, Babington o Bochini. Pero el Flaco lo transformó en un arma letal dentro del área", suma.
Dejando de lado la cuestión más poética, el tándem Maradona-Díaz voló las estadísticas del Mundial de Japón. El Pelado lideró la tabla de artilleros con ocho tantos, mientras que el enganche lo secundó con seis y se llevó el Balón de Oro al mejor jugador del certamen.
"Yo los he sufrido a ellos, porque en los entrenamientos a veces nos ponía a los defensores solos contra los dos. Un día me tuvieron que decir que no les pegara, porque yo los quería matar. No sabía cómo hacer para pararlos, les tenía que pegar una patada en la cabeza. La agarraba Díaz y Diego venía y le pasaba por atrás. Cuando me iba con Diego, me cortaba para adentro y hacía el gol. Encima te los gritaban y te verdugueaban. Yo los quería asesinar, ja", marca el excoordinador de las Inferiores de River.
Al único que no podían derrotar, en esas tandas de penales que disputaban después de las prácticas, era Menotti. Rossi lo repasa en su mente con una sonrisa que quiere escapar de la canosa barba: "Cada vez que metían goles, iban acomodando el balón un metro más atrás. Siempre ganaba el Flaco porque le pegaba a la pelota de 30 metros con una violencia extraordinaria y ni Diego podía, porque era más un jugador que acariciaba la pelota. Él era un especialista en darle un pase a la red, pero César le daba muy fuerte y seco"
El hijo de Doña Tota y Chitoro, que vivía en una humilde casa en Lascano 2257 -que hoy tiene un mural suyo con la copa en las manos-, ya se animaba a desafiar las leyes de la física y la lógica. "Creo que fue en un partido que jugamos en Uruguay contra una selección Sub-20, que no era la que iba a participar en el juvenil, donde él hizo una jugada parecida a la del gol del '86 (el 22 de junio en el Mundial de México ante Inglaterra) por la derecha. La pelota se le fue larga y, en vez de pegarle con la pierna izquierda, cruzó la zurda y le pegó de rabona. Ahí dio en el travesaño y salió. La gente se tiraba de cabeza dentro de la cancha", confiesa, al tiempo que advierte que "el freno y arranque que tenía no se lo vio a nadie, ni a Pelé".
El show de Maradona y Ramón Díaz ante Indonesia
Japón, tierra de honor y mates para la Selección Argentina del ´79
Gran parte de esos chicos no habían viajado nunca tan lejos de la Argentina y les llamó poderosamente la atención el choque cultural con los asiáticos cuando pisaron terreno japonés, desde el idioma hasta la vestimenta.
"Cuando no entrenábamos, salíamos a dar una vuelta por la ciudad. Me sorpendió la educación. Un día, no me acuerdo quién de nosotros se olvidó la billetera en el pantalón y lo mandó a lavar. Se quería morir. Pero al otro día vinieron con la plata intacta. No le habían tocado nada", afirma el otrora marcador de punta, y completa: "Con el tema del idioma, lo volvíamos locos a Rinaldi y al tucumano (Juan José) Meza, que sabían un poquito de inglés, para poder comprar cosas".
En este camino, Rossi adiciona:"El Pichi (Osvaldo) Escudero siempre me carga porque a mí me había sorprendido la mezcla de las autopistas, una arriba de la otra, con el kimono. Era impactante el choque que había entre lo tradicional, que ellos seguían respetando, con la modernidad de una autopista que tenía cuatro carriles".
Los mates funcionaban como una especie de oasis de la argentinidad entre tanto sushi. "Teníamos varias charlas con mate de por medio. Tampoco era que estábamos todo el día tomando, pero había dos o tres paquetes de yerba. Nos gustaba juntarnos en una habitación y escuchar música. En esa época, sonaba la música que pasaban en Studio 54, que era un boliche de Nueva York. Era, más que nada, para bailar", expresa el lateral.
Imágenes inéditas de los festejos del Mundial Sub-20 de Japón 1979
Fueron 11 días de competencia neta, más la pequeña pretemporada en Estados Unidos -con escuetas y rudimentarias comunicaciones por teléfono con las familias-, los que pasaron los futbolistas lejos de la Argentina. Nadie se imaginaba la locura que se iba a disparar cuando volvieron al territorio nacional el 11 de septiembre. Primero, hicieron escala en Brasil. Una vez que aterrizaron en el país, un helicóptero de la Fuerza Aérea pasó a buscarlos para dejarlos en la cancha de Atlanta, ubicada en el barrio de Villa Crespo. "Nos pasearon por la calle Corrientes hasta la Casa Rosada. Estaba minado de gente, no entendíamos la alegría que tenían. Pero ellos se sentían representados e identificados con nosotros. Eso fue lo más importante", concluye Carabelli, que hoy maneja un centro de formación de jugadores llamado Juvenil '79.
En la víspera de la llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que venía a investigar las denuncias por delitos de lesa humanidad en la dictadura militar de Jorge Rafael Videla, la imagen de César Menotti con sus pibes de la Sub-20 se estampó en la eternidad y despertó a millones de argentinos en las madrugadas de 1979. Porque ese equipo, según Rubén Rossi, "fue un rayito de luz en la noche más oscura".
Uno por uno, los campeones de la Selección Argentina Sub-20 de 1979
- Arqueros: Sergio García y Rafael Seria.
- Defensores: Juan Simón, Hugo Alves, Abelardo Carabelli, Rubén Rossi, Jorge Piaggio y Marcelo Bachino.
- Mediocampistas: Daniel Sperandío, Juan Barbas, Diego Maradona, Osvaldo Rinaldi y Juan José Mezza.
- Delanteros: Osvaldo Escudero, Ramón Díaz, Gabriel Calderón, Alfredo Torres y José Lanao.
- Director técnico: César Menotti.
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